Al rescate:
peluquerías
Por Norma Nayely
Zúñiga
Los hombres a la peluquería, las mujeres al
salón de belleza, así se usaba en aquellos años cuando la separación entre
sexos era costumbre. No había una escuela fija, los peluqueros aprendían viendo
al experto, desde temprana edad.
Pero a los jóvenes ya no les interesa esto,
asegura Ignacio, quien desde hace más de 30 años rasura y corta el cabello en
Tepatitlán. «Sin nombre» así le dicen a la peluquería anclada desde hace más de
50 años en el mercado tepatitlense. En verdad no lo necesita, diariamente
acuden niños, jóvenes y sobre todo ancianos.
El paso del tiempo, el desinterés por el
oficio y la proliferación de estéticas ha dejado casi en el olvido a las
peluquerías tanto del Municipio alteño como de Guadalajara. Algunas de las que
permanecen conservan el toque de los años sesentas, erigiéndose como verdaderos
museos, otras no pudieron resistirse a la modernización. Y es que lo son, tan
sólo los sillones que utilizan dejaron de fabricarse hace algunos años y son
valiosos no sólo por su precio – alrededor de 30 mil pesos- sino también por su
comodidad. Sin éste, la navaja, tijeras y espuma de afeitar no podrían
desempeñar su artística labor.
Ellos no tienen instructivos, ni catálogos,
ni afiches de modelos en la pared, sus manos conocen el corte como la misma
palma y lo elaboran con calidad y rapidez. Sólo unos cuantos jóvenes, en su
mayoría por tradición familiar han seguido los pasos de su padre o padrino y
ostentan orgullosamente el nombre de peluqueros.
Ahí la restricción al sexo opuesto sigue
siendo una regla, salvo algunas «pelonas» excepciones no hay marcha atrás.
Sin
embargo a lo largo de la historia la labor de los barberos no siempre ha estado
dedicada al cuidado de la barba y el cabello. En el siglo XV eran los
encargados de realizar cirugías y curaciones, como sangrías y extracciones
dentales, ocupando con esto altas posiciones en las cortes reales. Precisamente
de esta capacidad para curar viene la insignia de los barberos con los colores
rojo, blanco y azul. Las franjas rojas representan la sangre en flebotomías y
las blancas las vendas; aunque también se dice que servía para que un viajero
distinguiera el negocio desde las lejanías. Sin embargo a partir de 1745 el rey
Jorge II de Gran Bretaña decretó que sólo deberían limitarse a sus funciones de
corte y arreglo del cabello. El rey Luis XIV en Francia tomará la misma medida
pocos años después.