domingo, 9 de diciembre de 2012


Al rescate: peluquerías
Por Norma Nayely Zúñiga

Los hombres a la peluquería, las mujeres al salón de belleza, así se usaba en aquellos años cuando la separación entre sexos era costumbre. No había una escuela fija, los peluqueros aprendían viendo al experto, desde temprana edad.
Pero a los jóvenes ya no les interesa esto, asegura Ignacio, quien desde hace más de 30 años rasura y corta el cabello en Tepatitlán. «Sin nombre» así le dicen a la peluquería anclada desde hace más de 50 años en el mercado tepatitlense. En verdad no lo necesita, diariamente acuden niños, jóvenes y sobre todo ancianos.
El paso del tiempo, el desinterés por el oficio y la proliferación de estéticas ha dejado casi en el olvido a las peluquerías tanto del Municipio alteño como de Guadalajara. Algunas de las que permanecen conservan el toque de los años sesentas, erigiéndose como verdaderos museos, otras no pudieron resistirse a la modernización. Y es que lo son, tan sólo los sillones que utilizan dejaron de fabricarse hace algunos años y son valiosos no sólo por su precio – alrededor de 30 mil pesos- sino también por su comodidad. Sin éste, la navaja, tijeras y espuma de afeitar no podrían desempeñar su artística labor.
Ellos no tienen instructivos, ni catálogos, ni afiches de modelos en la pared, sus manos conocen el corte como la misma palma y lo elaboran con calidad y rapidez. Sólo unos cuantos jóvenes, en su mayoría por tradición familiar han seguido los pasos de su padre o padrino y ostentan orgullosamente el nombre de peluqueros.
Ahí la restricción al sexo opuesto sigue siendo una regla, salvo algunas «pelonas» excepciones no hay marcha atrás.
Sin embargo a lo largo de la historia la labor de los barberos no siempre ha estado dedicada al cuidado de la barba y el cabello. En el siglo XV eran los encargados de realizar cirugías y curaciones, como sangrías y extracciones dentales, ocupando con esto altas posiciones en las cortes reales. Precisamente de esta capacidad para curar viene la insignia de los barberos con los colores rojo, blanco y azul. Las franjas rojas representan la sangre en flebotomías y las blancas las vendas; aunque también se dice que servía para que un viajero distinguiera el negocio desde las lejanías. Sin embargo a partir de 1745 el rey Jorge II de Gran Bretaña decretó que sólo deberían limitarse a sus funciones de corte y arreglo del cabello. El rey Luis XIV en Francia tomará la misma medida pocos años después.






No hay comentarios:

Publicar un comentario